Hazañas de un ciclista. El sábado anterior un ciclista que pasaba, disparado como un rayo, por la calle de Gurb, arrolló a una pobre mujer. Un sujeto que acertaba a pasar en aquella ocasión, quiso castigar al sportman con un solemne garrotazo, pero lo hizo con tanta furia que resbaló y también cayó en tierra. El de la bicicleta, naturalmente, procuró escurrir el bulto, para que su apaleador diera en falso, pero lo ejecutó con tan mala fortuna que cayó asimismo tan largo como era, en medio de la calle. Finalmente, al levantarse el ciclista y montar de nuevo sobre su famoso vehículo, chocó por segunda vez contra otra mujer, que al igual que la primera fue derribada en tierra.
De manera que la calle de Gurb parecía, aunque por breve rato, el campamento de Casablanca.
Gracias a Dios, aunque los percances fueron muchos, no tuvieron consecuencias fatales.
El Norte Catalán, de 14 de septiembre
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