A los chaufeurs que pasan desatentados, como una exhalación por nuestras ramblas, sería muy conveniente hacerles moderar su velocidad, y recordarles la última catástrofe (hoy quizá ya no sea la última) ocurrida en Italia, en la que encontraron la muerte el Príncipe de Pescara, el Duque de Sant-Angelo, la Mar quesa de Ruffo-Gerini, el Marqués de Montola y un chaufeur casado dos meses antes. El automóvil corría con la vertiginosa velocidad de 80 kilómetros por hora.
Puede que los automóviles que atraviesan por el interior de nuestra ciudad no usen nunca tamañas velocidades, pero aun así, no es difícil que ocurra una nueva edición de lo que acaba de pasar en Italia.
El Nortes Catalán, de 3 de agosto
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